Lamentablemente, como todos los veranos hemos asistido en las últimas semanas a la devastación producida por un gran incendio que ha calcinado miles de hectáreas de vida vegetal y animal en la Sierra de Huelva.
Mientras esto ocurre y los grupos de extinción se emplean a fondo para conseguir doblegar la virulencia del fuego, en la opinión pública se libra un desencuentro dialéctico asignando culpabilidades y responsabilidades sobre los incendios forestales.
Dejando de lado opiniones más o menos fundamentadas, lo cierto es que no hay sólo un factor detrás de estos grandes incendios, sino que es la conjunción de varios elementos lo que los provoca y facilitan su rápido desarrollo, haciéndolos difícil de controlar.
Para que un gran incendio se produzca, normalmente intervienen una serie de factores principales, como son la orografía (mientras más irregular, más virulento puede ser el incendio), la meteorología (a mayor temperatura y velocidad del viento, más peligroso) y la vegetación. De estos tres factores, el ser humano sólo puede intervenir en uno de ellos para poder influir en el comportamiento de un incendio: la vegetación.
El despoblamiento rural y el abandono de los usos tradicionales del monte ha derivado en un crecimiento de la vegetación no planificado, que a su vez conlleva un incremento del combustible en el monte.
Por otro lado, el éxodo rural y la desaparición de los usos tradicionales del monte determina que las administraciones competentes deban reservar considerables partidas presupuestarias para la conservación de las masas forestales o para la extinción de los incendios que se producen cada año.
Los usos tradicionales, como las cortas, entresacas, claras o clareos, las podas o la ganadería extensiva, por ejemplo, han contribuido históricamente a la conservación del monte y a que éste se pudiera defender de los incendios ya que por medio de ellos se controlaba de un modo sostenible la vegetación excedente, estableciendo una relación simbiótica hombre-monte, beneficiosa para ambos.
Mediante la gestión forestal sostenible, basada en fomentar los usos forestales tradicionales, se podrían evitar gran parte de los incendios forestales anualmente. Para ello, la implicación del medio rural se presenta como un elemento fundamental.
El problema de los incendios forestales, por tanto, no se debería tratar de un modo puntual e inconexo de la realidad social, sino que se debería afrontar desde una triple óptica implicando a las Administraciones públicas, mediante la aplicación de una gestión forestal sostenible del monte; a la población rural, facilitando o proporcionando servicios e incentivos que evite la despoblación rural; y a las nuevas tecnologías, imprescindibles para la interconexión de las personas, pero también como herramienta fundamental para la gestión, control y seguimiento del estado de los montes.
GESTIÓN FORESTAL SOSTENIBLE: se favorece con ella la viabilidad natural del monte, al mismo tiempo que se reduce el riesgo de incendios. Mediante la GFS se dará impulso a:
Establecimiento de masas mixtas. En general, el establecimiento de masas mixtas resulta de mayor interés ecológico que las masas monoespecíficas. Las masas compuestas por pies con diferentes clases diamétricas, especies diferentes y no coetáneas han demostrado mayor resiliencia frente a los incendios forestales.
Fomento de usos tradicionales:
GESTIÓN SOCIAL: El habitante del medio rural no se debería sentir “un ciudadano de segunda” respecto a los servicios que la Administración le proporciona. De este modo se conseguirá frenar el despoblamiento rural, al mismo tiempo que se logrará un mejor uso y conservación del monte por esa misma población. No obstante, para ello, las administraciones deberían hacer un esfuerzo para mejorar:
o Servicios sanitarios.
o Servicios educativos
o Vías de comunicación
o Acceso a internet
APLICACIÓN DE NNUEVAS TECNOLOGÍAS: cuando el incendio aparece y llega el momento de trabajar en la extinción, no cabe dudas de que hay que contar con los mejores y más modernos medios posibles. Actualmente la extinción de los incendios forestales supone un enorme coste para las Administraciones. La mejora continua es muy importante, tanto de cara a optimizar los trabajos de extinción como para mejorar la seguridad de los intervinientes en la misma. Helicópteros más potentes y ágiles, aviones con más capacidad, personal más y mejor preparado y equipado, profesionalizando el bombero forestal. Todo ello redunda en la mejora y en la seguridad de los trabajos. Aun así, queda un amplio margen de mejora incorporando elementos como drones de vigilancia y monitorización, servicios globales de seguimiento en continuo como COPERNICUS o la implementación de herramientas que permitan la detección de los incendios lo antes posible. El uso y perfeccionamiento de estas herramientas marcará el futuro de la prevención de incendios forestales a nivel tecnológico.
Manuel Ángel Díaz Trigueros
Ingeniero de Montes e IT Forestal en GTA Ingeniería y Medioambiente